Por | Néstor José Doval | Arquitecto
Con la ocupación aliada en 1945, Berlín se dividió en cuatro sectores: el británico, el estadounidense, el soviético y el francés. En 1961 se construyó el Muro, de ciento sesenta y seis kilómetros de longitud y cuatro metros de alto, con la intención de evitar el éxodo de los berlineses orientales hacia la zona oeste. En el corazón de Berlín, el Muro pasaba frente a la puerta de Brandeburgo para luego rodear la parte trasera del Reichstag.
No existe en este momento una capital en Europa en la que se lleve a cabo una renovación urbana de tal magnitud. El centenario edificio del Reichstag, construido entre 1884 y 1894, que fuera pasto de las llamas en 1933, ha sido puesto en valor por Sir Norman Foster, y su nueva cúpula ya resplandece en el perfil de la ciudad, como gesto emblemático de un nuevo porvenir.
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En la Pariser Platz se encuentra el símbolo más duradero de Berlín, la Puerta de Brandemburgo, obra de Carl Gottard en 1789. Su presencia junto a la diosa Alada de la Victoria conduciendo su cuadriga es inseparable de la historia de los berlineses.
La inversión privada avanza minuto a minuto: hoteles, oficinas, grandes almacenes, estaciones de tren, viviendas, teatros y cines están listos para ser inaugurados. La Potsdamer Platz, con el Plan Director finalmente adjudicado a Renzo Piano, está casi finalizada convertida en una monumental urbanización. Hoy vemos con asombro las imponentes “ciudades” administrativas de Mercedes Benz, obra del español arquitecto Rafael Moneo, y la Sony de los arquitectos americanos Murphy y Jahn. También Hans Kollhoff, Oswald Ungers, León Kreir y otros experimentan con la arquitectura, obteniendo distintos resultados.
La Filarmónica de Berlín y la Biblioteca Nacional, son obras excepcionales del expresionismo arquitectónico, y de ese gran arquitecto que no quiso dejar Alemania, Hans Scharoun. Frente a estas, y en el extremo sur de la gran plaza, Mies van der Rohe construyó un ejemplo paradigmático de arquitectura racionalista: el Museo de Arte Contemporáneo. Quienes quieran teorizar sobre arquitectura moderna y sus tendencias, encontrarán en estas obras dos ejemplos insuperables.
En el sector de la Alemania Democrática quedaron ubicados los más importantes museos. Por supuesto, continúan siempre en proceso de recuperación. Para albergar la colección de excitantes obras de la antigüedad, producto de los descubrimientos arqueológicos de Carl Richard Lepsius, se drenó en el año 1820 parte del río Spree, y se construyó una isla, encargando al arquitecto K. F. Schinkel el proyecto de una serie de edificios para ese fin. Entre ellos el Altes Museum, obra maestra y recordatorio insuperable a la arquitectura clásica. Su imponente escalera precede a una fachada de ochenta metros de longitud, con dieciocho columnas jónicas, que rítmicamente establecen la maravillosa proporción deseada por esta arquitectura.
Otro museo, el Pergamonmuseum o Museo del Pérgamo presenta un renovador repaso del arte y la arquitectura del mundo antiguo. Recorremos la historia de Babilonia, Sumeria, Asiria y la Mesopotamia. Una verdadera fiesta para la vista. El Altar de Pérgamon, que da nombre al museo, ocupa la enorme sala principal. Curiosamente se puede subir sus escalinatas, sentarse en ellas y tener idea de la escala de este formidable monumento, que fue descubierto en Pérgamo cerca de la costa occidental de la Turquía moderna.
En otra sala se muestra la puerta de entrada al mercado de la ciudad de Mileto, y en la siguiente, nuestro asombro es total cuando encontramos la maravillosa puerta de Ishtar, totalmente revestida en brillantes cerámicos azules, que daba acceso a la monumental Babilonia. Nabucodonosor II, que la mandó a construir, predijo que sería algo que “la humanidad entera contemplaría con asombro”. Fue realizada entre el año 654 y el 562 a.C. y dedicada a Ishtar, diosa de la guerra, cuyo símbolo era el león.
Resulta increíble que una ciudad dividida física e ideológicamente, convertida en un desierto urbano, ocupada por los pocos que sobrevivieron al infierno, haya podido florecer de nuevo.
Berlín seguirá siendo una ciudad de contradicciones y de conflictos. Es, pareciera, el destino de todas las metrópolis. No será nunca una capital terminada y lista, nunca lo fue en su historia. Y por supuesto nunca lo será.
“Berlín siempre se está convirtiendo en algo, nunca es algo “(Karl Scheffler-1910).
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