En una zona donde el desierto se funde con el mar, Aragones creó una suerte de archipiélago de pequeñas “cajas” blancas en donde arquitectura y paisaje se complementan para crear una experiencia única.
El hotel cuenta con 145 habitaciones y una zona residencial con 65 departamentos, creados a partir de un sistema de módulos prefabricados, donde los huéspedes pueden por ejemplo, personalizar sus habitaciones, eligiendo el tipo de iluminación interior o exterior, o adaptar la temperatura de acuerdo a sus gustos.
Además de un formato minimalista, donde predomina el color blanco y las líneas rectas, la iluminación es un punto central. De día, el movimiento del sol da una serie de tonalidades cambiantes, mientras que de noche el agua se convierte en un espejo natural, duplicando el hotel mediante su reflejo.
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Para su creador, lo que más le interesa de la arquitectura es la idea de generar sensaciones, por eso, en Mar Adentro, su objetivo fue utilizar el horizonte como primer plano y que cada volumen signifique un universo independiente, donde tenga su propio pedazo de mar.