Las instalaciones del artista noruego Rune Guneriussen se presentan como un proyecto que diluye la fotografía y la instalación. Al mismo tiempo, “el balance entre la naturaleza y la cultura humana, a la par de todos los subniveles de nuestra propia existencia”, según se describe en su sitio web.
En cada una de sus obras, Guneriussen explora las interacciones entre objetos cotidianos y el entorno natural, generando un diálogo entre lo inerte y lo vivo.
Sus piezas desafían las barreras tradicionales del arte y nos invitan a reflexionar sobre el papel de los objetos en nuestra vida diaria. Libros, globos terráqueos, lámparas, teléfonos inalámbricos y más se juntan como si formaran parte de una composición orquestada por la naturaleza misma.
Estos objetos, que normalmente asociamos con el mundo humano, se integran al paisaje de manera armónica, creando escenas que parecen sacadas de un sueño, pero que al mismo tiempo reflejan nuestra propia sociedad y cultura.
Asimismo, Guneriussen consigue evocar un extraño sentimiento de comunidad entre los objetos que utiliza y los elementos naturales que los rodean.
La forma en que estos elementos dialogan entre sí genera una tensión sutil, casi poética, que lleva al espectador a preguntarse sobre las fronteras entre lo artificial y lo natural.
Este sentimiento de convivencia es lo que da a sus obras una profundidad única, ya que nos recuerdan que, aunque los objetos sean creados por el ser humano, no están aislados de su entorno natural.
“No es tanto la fotografía como la escultura y la instalación”, afirma Guneriussen. “Este proceso implica el objeto, la historia, el espacio y, lo más importante, el tiempo que se hace dentro.
Es un acercamiento al equilibrio entre la naturaleza y la cultura humana, y todos los subniveles de nuestra propia existencia”.
Esta reflexión sobre el tiempo y el espacio es fundamental en su trabajo, ya que sus instalaciones no solo son efímeras, sino que están profundamente conectadas con el entorno y el momento en que se crean. La luz, el clima y la topografía juegan un papel crucial, afectando el resultado final de la obra.
Las instalaciones son hechas específicamente para cada lugar que Rune Guneriussen fotografía. No hay ninguna manipulación digital posterior al momento de la captura, lo que resalta el compromiso del artista con la autenticidad del momento.
Esto significa que cada obra es irrepetible, un producto único de su entorno y del tiempo en que fue creada.
Guneriussen busca que cada instalación sea tan temporal como el paisaje que la acoge, reflejando la naturaleza transitoria de la vida misma.
El resultado es una simbiosis entre el arte y el entorno natural, que invita al espectador a reconsiderar su relación con los objetos y el mundo que lo rodea.