Fotografía | Delfino Sisto Legnani, Alessandro Saletta
En la campiña de Parma, Italia, The Greenary rompe con los esquemas tradicionales: una casa donde la naturaleza es el centro estructural y emocional del diseño.
Diseñada por el estudio CRA-Carlo Ratti Associati en colaboración con Italo Rota, esta residencia redefine los límites entre lo construido y lo orgánico.
UN ÁRBOL EN EL CORAZÓN DEL HOGAR
El proyecto se organiza alrededor de una higuera australiana de más de 60 años de edad.
Este árbol no solo adorna el espacio, sino que literalmente da forma al diseño de la vivienda.
El entorno fue adaptado a sus necesidades: luz, humedad, temperatura y espacio, permitiendo que se mantenga saludable y que continúe creciendo.
A diferencia de otras casas que colocan plantas como decorado, The Greenary da un paso más allá y convierte a esta higuera en el alma del hogar.
DISEÑO BIOFÍLICO Y ARQUITECTURA SENSIBLE
La idea central que guía esta vivienda es la integración emocional y física con la naturaleza.
Lejos de pensar la arquitectura como un límite entre el ser humano y el entorno, aquí se plantea una convivencia activa.
El diseño considera elementos como la orientación solar, la ventilación cruzada y los materiales naturales para fomentar una vida interior conectada con el exterior.
Una gran pared de vidrio, orientada al sur, actúa como un puente visual y climático entre los ambientes internos y el paisaje.
Este cerramiento permite el ingreso de luz natural a lo largo del día y regula térmicamente el interior gracias a un sistema de automatización que ajusta la apertura de ventanas y techos.
ESPACIOS QUE DIALOGAN EN ALTURA
El interior de The Greenary no se rige por la típica distribución en pisos lineales. En cambio, se compone de siete niveles entrelazados, cada uno pensado para una actividad distinta: cocina, estar, lectura, descanso o meditación. Esta disposición genera una experiencia espacial envolvente, donde cada escalón ofrece una nueva perspectiva del árbol y del entorno natural que lo rodea.
La arquitectura juega con las alturas y las visuales, de modo que moverse por la casa se siente como un recorrido entre ramas, hojas y luz.
Las funciones no se aíslan, sino que se conectan en un flujo continuo, favoreciendo una rutina diaria más orgánica y consciente.
MATERIALES CON MEMORIA Y TEXTURA
Los materiales utilizados refuerzan la intención de conectar los sentidos con el hábitat.
Los pisos están hechos de una mezcla inusual de tierra compactada y cáscaras de naranja, una combinación que no solo aporta una estética cálida, sino que también activa el olfato con un leve aroma cítrico.
La estructura conserva elementos de la antigua granja original, integrando ladrillos perforados, hormigón expuesto y detalles en acero corten.
Estos recursos no solo responden a una lógica estética, sino que colaboran en la regulación térmica y acústica del ambiente.
La luz entra en distintas franjas, creando juegos de sombras que cambian a lo largo del día, reforzando la sensación de estar inmerso en un entorno vivo y dinámico.
UN PROYECTO QUE VA MÁS ALLÁ DE LA VIVIENDA
The Greenary no se plantea como una pieza aislada. Forma parte de un desarrollo más amplio que contempla la recuperación total del entorno rural.
A pocos metros de la casa principal se encuentra un antiguo granero transformado en espacio de trabajo.
También hay planes para desarrollar un restaurante, una fábrica y un jardín diseñado para fomentar la biodiversidad local.
El jardín no responde a una lógica ornamental, sino que se inspira en los ecosistemas naturales de la región.
Arbustos, árboles frutales, plantas silvestres y pequeños refugios para fauna autóctona conviven en armonía, generando un entorno que evoluciona con el paso de las estaciones.
Todo el conjunto busca ser un modelo de sostenibilidad, demostrando que es posible vivir en comunión con la naturaleza sin resignar diseño, confort ni tecnología.
UN NUEVO MODO DE HABITAR
En tiempos donde el cambio climático y la desconexión con el entorno natural son temas urgentes, The Greenary ofrece una respuesta inspiradora.
Su propuesta no es simplemente estética ni experimental; es funcional, concreta y replicable.
Reivindica la importancia de volver a lo esencial, de rodearse de vida y de permitir que lo natural tenga un rol activo dentro de nuestros hogares.
Esta casa no propone que la arquitectura domine el paisaje, sino que lo abrace. Invita a pensar en los hogares como organismos que respiran, sienten y se adaptan.
Una lección que, sin duda, puede marcar el camino hacia un nuevo paradigma en el diseño residencial del siglo XXI.