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Restaurante Botín. Sentarse a la mesa con la historia de Madrid

Fotos | @restaurante_botin
Si bien existen muchos restaurantes muy antiguos, muchos de ellos se mudaron, fueron reconstruidos o pasaron un tiempo cerrados a lo largo de sus largas vidas. Es por ello que Restaurante Botín ostenta el récord mundial Guinness del restaurante en funcionamiento continuo más antiguo del mundo.

El templo madrileño del cochinillo y el cordero asado vio pasar historia y personajes por su salón. Goya formó parte del personal antes de convertirse en un pintor famoso. Pero es la conexión de Ernest Hemingway lo que explica gran parte de su fama entre los angloparlantes.

Una de las características más singulares es el horno, que ha estado encendido ininterrumpidamente durante casi 300 años.

“Es nuestra joya. Nuestra joya de la corona”, dijo uno de los administradores que trabaja en el restaurante desde hace más de 45 años.

“Nunca lo apagamos. Debe mantenerse caliente durante la noche y estar listo para asarse por la mañana. Esa es la razón por la que nunca debemos apagarlo. Hay un aroma especial ahí dentro; es realmente increíble”.

Igualmente increíble es lo dedicado que dice estar el restaurante para mantener la cocina que sirve. Aunque la bodega es como “respirar historia”, en cierto modo, la comida tiene la intención de saber a historia.

Cada chef aprendió de su predecesor y luego fueron pasando las recetas a la siguiente generación. “Nuestras recetas son muy antiguas, de cuando los abuelos iniciaron el restaurante. Y nos hemos mantenido fieles a esas recetas desde entonces”, aseguran.

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El Restaurante Botín ha sido lugar de encuentro para numerosos personajes literarios. Autores como Ernest Hemingway, Benito Pérez Galdós, Graham Greene y María Dueñas han utilizado este establecimiento como escenario en sus novelas.

Espías que se cruzan, la tumultuosa historia de Jake Barnes y Brett Ashley, las penurias de Doña Francisca Juárez y la vida de Sira Quiroga… Todos ellos se sentaron en las mesas de alguna de las salas de Botín para saborear, sobre todo, su exquisito cochinillo.

La raigambre de Botín en Madrid es tal que ha dado lugar a un dicho castizo. “Desde que era pequeñín y me gustaba el lechón, siempre quise ir a Botín a comer como un cebón”.